martes, 23 de febrero de 2016

Nada. Que no se puede decir nada.

Nada. Que no se puede decir nada.
Déjenme hablar ahora; no es posible.
Quiero decir que eso, que lo otro, que todo
aquí me tiene muerto, medio muerto, llorando.
Porque nos pasa a veces, nos sucede que el mundo
-no sólo el mundo- se complica, se amarga,
se vuelve de te repente un niño sin cabeza,
idiota, idiota, idiota.
Y el café ya no sirve, ni el cigarro,
ni hablar de soledad, de insomnio, de locura,
ni el lamentar a voces el corazón de rana que uno tiene en el pecho,
ni el sollozar tan largo que nadie nos escuche.
Es cierto que la paz, que el equilibrio,
que el cielo tonto y puro,
es cierto, es cierto.
Pero si soy este que soy, ¿qué queda?
No es que alguna mujer -puede que sea-
nos haga falta ahora.
(Una mujer. Quién sabe. A veces nos ocurre
pensar que estamos solos.)
Es que el día renace,
Es que la noche sobrevive.
En que mis ojos, lejos, en un frasco
-peces de luz entonces, devorando.
Hay muchas cosas que no alcanzo.
El frío. ¿Pero qué cosa alcanzo?
No miro ya. No toco. No he llorado.
Mentira que yo llore. No es posible.
No se puede decir nada ni tanto.
El frío. El frío parece, sí,
una viuda llorando.




jueves, 18 de febrero de 2016

Del corazón del hombre

He mirado a estas horas muchas cosas sobre la tierra
y sólo me ha dolido el corazón del hombre.
Sueña y no descansa.
No tiene casa sobre el mundo.
Es solo.
Se apoya en Dios o cae sobre la muerte
pero no descansa.

El corazón del hombre sueña
y anda solo en la tierra
a lo largo de los días, perpetuamente.

Es una mala jugada.


domingo, 14 de febrero de 2016

Mi corazón emprende.

Mi corazón emprende de mi cuerpo a tu cuerpo
último viaje.
Retoño de la luz,
agua de las edades en que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. Ahora.
Después de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
Quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños salvajes.
Quiero esa tensa humedad que te palpita,
esa humedad de agua que te arde.
Mujer, músculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de obscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide mi sangre.
Tú también. Y no es tarde.
Aún podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mío ese lugar de nadie.
mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y amargo, atravesarte.
Cada célula es hembra, tierra abierta.
agua abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en el corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un hombre encima en todas partes.



domingo, 7 de febrero de 2016

Miss X

Miss X, sí, la menuda miss Equis,
llegó, por fin a mi esperanza:
alrededor de sus ojos,
breve, infinita, sin saber nada.
Es ágil y limpia como el viento
tierno de la madrugada,
alegre y suave y honda
como la yerba bajo el agua.
Se pone triste a veces
con esa tristeza mural que en su cara
hace ídolos rápidos
y dibuja preocupados fantasmas.
Yo creo que es como una niña
preguntándole cosas a una anciana,
como un burrito atrolondado
entrando a una ciudad, lleno de paja.
Tiene también una mujer madura
que le asusta de pronto la mirada
y le mueve dentro le deshace
a mordidas de llanto las entrañas.
Miss X, sí, la que me ríe
y no quiere decir como se llama,
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
que me ama pero que no me ama.
Yo la dejo que mueva la cabeza
diciendo no y no, que así se cansa,
y mi beso en su mano le germina
bajo la piel en paz semillas de alas.
Ayer la luz estuvo
todo el día mojada,
y Miss X salió con una capa
sobre sus hombros, leve, enamorada.

Nunca ha sido tan niña, nunca
amante en el tiempo tan amada.
El pelo le cayó sobre la frente,
sobre sus ojos, mi alma.

La tomé de la mano, y anduvimos
toda la tarde de agua.

¡Ah, Miss X, Miss X, escondida
flor del alba!

Usted no la amará, señor, no sabe.
Yo la veré mañana.