miércoles, 10 de agosto de 2016

No sé, a estás alturas.

I

No sé, a estas alturas, cómo decir las cosas que suceden.
Soy un poco apagado, un poco triste,
un poco incrédulo y vacío.
Dejé pasar tres meses apropósito
para mirar en mí, mirarte lejos,
sano y salvo de ti. Cuba caliente.
(He aquí el primer error. No quiero atarme
ni a las palabras ni al ritmo.
Líbreme Dios de mí
igual que me he librado de Dios.)

Suscribo lo que dice la prensa reaccionaria del mundo.
(Así iba a empezar.)
En Cuba hay privaciones, hay escasez, no hay pollos,
no hay vestidos suntuosos ni automóviles último modelo,
hay pocas medicinas y mucho trabajo para todos.
Suscribo esto.

Quiero aclarar que no me paga un sueldo el partido comunista,
ni recibo dólares de la embajada norteamericana
(¡Qué bien la están haciendo los gringos
en Vietnam y en Santo Domingo!)
No acostumbro meterme en la poesía política
ni trato de arreglar el mundo.
Más bien soy un burgués acomodado a todo,
a la vida, a la muerte y a la desesperanza.
No tengo hábitos sanos
ni he aprendido a reír ni a conversar con nadie.

Soy un poco de todo,
y pienso que si fuera un buque pirata
sería lo mismo el capitán que el cocinero.


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